El barrio de mi niñez
EL BARRIO DE MI NIÑEZ
LA ESCUELA -
1950
Catalina se despertó muy
temprano ese día, sin abrir los ojos se puso a pensar en lo que tenía que
llevar al colegio: su colación, sus cuadernos, lápices, goma y sacapuntas,
seguro que su mamá lo tendría todo listo; estaba impaciente y esperaba que
luego su mamá le dijera que se levantara…¡su primer día de escuela! Conocería a
sus compañeras de primer año.
- ¡Catita, levántate, ya
estamos en la hora!
Rápidamente se levantó y
fue al baño a lavarse, estaba en eso cuando la mamá volvió a gritar – ¡y no
juegues con el agua y el jabón, cepíllate bien los dientes!
Después de un rápido
desayuno, le pusieron su delantal blanco y se fueron corriendo a la Escuela que
quedaba a la vuelta de su casa, ella vivía en la calle Maipú casi al llegar a
Condell y la “Escuela N°2”, quedaba en Condell con Baquedano.
Eran cerca de las diez de
la mañana cuando la mamá de la Catita salió de la casa para ver si divisaba a
su hija en el recreo. La Escuela como no tenía
patio, cercaba la calle Condell entre Maipú y Baquedano con dos grandes
caballetes para que no pasaran los autos y las niñas gozaban de su recreo en
medio de la calle,…parecían palomitas blancas que revoloteaban de un lado para
otro, riendo y jugando o sentadas en la acera comiendo su colación, en eso
sintió una voz que decía… ¡mamá, mamá! era Catalina que venía corriendo con sus
ojos brillantes de asombro y le dice: ¡mami, mi Escuela crece en el recreo!...,
la mamá mirándola con ternura le dice….. - no es así mi amor, pero más adelante
lo vas a comprender, ahora tienes que irte a formar con el resto de tus compañeritas
para seguir tus clases - antes dame un besito.
Así pasó ese día, con
visitas en el recreo, buscarla al medio día para almorzar, ir a dejarla a las
14:00 horas para la jornada de la tarde hasta las 16:00 horas. Cuando ya
no se movieron de casa, la Catita, totalmente rendida, se quedó dormida.
Cuando se despertó a tomar
las onces, se le atropellaban las palabras en la boca tratando de contar todo
lo que había pasado en la Escuela,… mami, conocí a mi profesora,
ahí traigo anotado su nombre, nos enseñó a cantar y hacer palotes,…
la mamá sacó un papelito todo arrugado de su bolsón,…… y leyó en voz alta:
Srta. Cristina Urquart…., mmmm… ¡qué bueno!, esa profesora es muy conocida por
lo buena y querida que es por las niñas, así que tú te debes portar muy bien
con ella y respetarla; no te levantes a cada rato del asiento, parece que
tuvieras cominillo. ¿Ya terminaste?
- Si mami….
Entonces anda a
lavarte las manos para que hagas la tarea, tienes que hacer una plana de
palotes derechitos y chuecos, para que se te suelte la mano.
¿Para qué?
Bueno, es un decir…, es
para que después tengas facilidad para escribir.
¡Ah!……., mamá, mañana
también tengo que llevar unos parches curitas y aspirinas o alivioles para el
botiquín del curso.
Bien, en cuanto termines
vamos a la “botica Mendoza” y lo compramos, total queda aquí en la esquina del
frente, en Matta con Maipú. (Con el tiempo, el dueño de la farmacia, Don
Osvaldo Mendoza fue alcalde de Antofagasta 1956 – 1960).
- ¿Y después puedo salir a
jugar?, quiero contarle a la Nancy que fui a la Escuela y las niñas que conocí.
El papá de Nancy era
sastre y tenía su negocio en la esquina de Maipú con Condell, la reconocida
“Sastrería Agreda”.
- Bueno, pero antes tienes
que hacer las tareas, y mucho cuidado con ir a meterte a la sastrería para
jugar con los hilos, en una de esa te pinchas los dedos con las agujas.
EL CUMPLEAÑOS
Era día miércoles y
Catalina no tenía clases en la tarde, así que iba a hacer las compras con su
mamá para celebrar su quinto cumpleaños.
Primero pasaron por el
almacén del señor Martinic a dejar la lista de las cosas que iban a necesitar,
quedaba a cuatro casas subiendo Maipú, luego estaba la “Cooperativa de
Carabineros” y en toda la esquina de Matta con Maipú, frente a la
farmacia Mendoza, estaba la tienda “El Vaticano”, ahí quedaron un rato,
mirando extasiadas los trajes puestos en la vitrina, la niña pensando y soñando
que cuando fuera grande se compraría uno de esos trajes para princesas.
Siguieron caminando
algunos pasos y entraron a la “Casa Columbia”, donde vendían instrumentos
musicales y artículos relacionados con ella, a comprar algunas
partituras, si es que habían llegado, porque la Catita hacía seis meses
que estaba practicando piano con la señorita Flavia Wood, profesora de música,
que vivía en los altos de esta Casa.
Continuaron caminando por
la misma acera, estaba la “Casa Artal”, donde vendían ropa y artículos para
caballeros, la sucursal de la “Panadería del señor José Papic”, Don Pepe, un
hombre que luchó por el progreso de Antofagasta, con una integridad a toda
prueba, cálido en su trato, generoso y solidario con los desposeídos; mas allá la fuente
de soda “La Alambra” donde vendían helados, pasteles, refrescos, etc., de
repente la mamá tomó de la mano a la Catita y cruzaron rápidamente.
- ¿Adónde vamos mami?
Ahí va la señora Mirna y
quiero decirle que me vaya ayudar el sábado, con tanto niño y sola me volvería
loca; conversó un rato con la señora y cruzamos la calle Baquedano para ir a
“La Verbena”, donde vendían todo tipo de galletas, chocolates, pastillas
y calugas,… el aroma a vainilla, anís, coco, chocolate entre muchos
otros, invadía los sentidos y se les hacía agua la boca; compró todo lo que
tenía pensado y se regresaron por la misma acera, llegaron a la Calle Maipú y
cruzaron hacia la “Plaza Sotomayor” o “Plaza del Mercado”, ahí se sentaron un
rato, esta plaza tenía entrada por los cuatro extremos, al medio, por el lado
que colindaba con la calle Matta, existían unas escalinatas que iban a dar a un
monumento y por el lado opuesto daba a un pasaje que limitaba con el “Mercado
Municipal”, hoy patrimonio regional; esta plaza tenía grandes pimientos y
otros árboles que daban sombra, también sus jardines estaban llenos de
cardenales (nombre que se le da en Chile a los geranios) y floripondios, ahí
siempre abundaban los pájaros que con su algarabía alegran el día, no faltan
los lustrabotas sobre todo para aquellos que no
alcanzaron a lustrarse los zapatos en la casa, están los jubilados hablando de
hípica y en la tarde los niños del barrio que iban a jugar.
La niña se puso a jugar
con algunas amigas que se encontró.
- No te vayas muy lejos,
mira que después vamos a cruzar para comprar las cartulinas y los papeles para
confeccionar las sorpresas, ahí en la “Librería Lux”, la que está al lado de la
farmacia. En ese entonces no existía el miedo a que alguien se la llevara y la
violaran o desapareciera para siempre, la gente era muy confiada.
Después de dejar todo en
la casa, fueron de una carrera a buscar las cosas del almacén y la mamá le pasó
una libreta al dueño del almacén.
- ¿Mamá, para que le pasa
una libreta al señor?
Es para que anote lo que
llevo y a fin de mes cancelamos todo.
-¡Ah!, ¿Puedo ir donde la
Cata Ortiz?, vamos a jugar al teatro en la escala y la mamá hizo muchas roscas
para todos los niños.
Ella vive en el segundo
piso y siempre tienen la puerta abierta para que suban los niños.
- ¿Hiciste ya las tareas?
- No nos dieron tarea
- Puedes ir por un rato
nomás, mira que si se pasa la hora, mañana tendríamos que sacarte con una grúa
de la cama, yo no sé cómo los niños no se cansan de jugar.
Despertaron la mañana del
sábado muy temprano, la Catita no dejaba de preguntar una y otra cosa que se le
ocurría:
- Mamita, ¿alcanzaste a
terminar la torta anoche?, ¿están listas las sorpresas?, ¿hoy vas a preparar el
chocolate?, vas a preparar juguito o vas a comprar Orange Crush y Bidú?
- ¡Cállate lorito, me
tienes mareada, piensa después para la tarde, ahora prepárate para ir a la
Escuela, (había clases de lunes a sábado, miércoles y sábado medio día y se
descansaba el domingo y, …… ¡ningún niño se estresaba o tenía que ir al
psicólogo). Ese día en la tarde llegaron las amiguitas de la catita, tomaron
chocolate, recibieron sus sorpresas, la Catita apagó las velitas, comieron de
un cuanto hay, jugaron a la gallinita ciega, a ponerle la cola al burro, a las
escondidas y jugaron hasta caer rendidas, apenas se fue la última invitada, la
Catita se durmió.
Era época de la llegada de
los Circos, la mayoría de los niños se hacía el firme propósito de portarse
bien para que los papás los llevaran, la Catita no era la excepción, ayudaba
ordenando su pieza, hacía las tareas sin que se le indicaran y gritaba menos,
así que se lo tenía bien ganado.
- El papá les dijo, el
sábado vamos a ir al circo, ya tengo las entradas.
- ¿Dónde está el circo, es
muy lejos?
- No hija, nos vamos
caminando, el circo está armado en la calle 21 de Mayo con Latorre,
a la salida vamos a ir a tomar helados si hace calor y si hace frío tomamos
chocolate caliente con pasteles.
Ese día fue un día
memorable para la Catita, fueron a la función vespertina, el circo estaba
lleno, no habían espacios vacíos, ella se maravillaba con todo lo que
hacían los artistas, ahí estaban los malabaristas, la niña con un quitasol en
la cuerda, los trapecistas que volaban en el aire, el payaso en una bicicleta
muy rara que tenía una rueda grande y la otra chiquita, y otro en una bicicleta
diminuta muy rara, haciendo piruetas; también estaban los caballos los
perritos, los elefantes y los monitos, y qué decir del montón de payasos
haciendo payasadas; a las 20:30 terminó la función.
Se regresamos caminando
por la calle Latorre y al llegar a la calle Maipú, en vez de doblar,
caminaron media cuadra más y entraron a la fuente de soda “La Coquimbana”. Ahí
los clientes eran atendidos por señoras vestidas con un uniforme azul,
ribeteados mangas y cuello con blanco y todas tenían puesto un primoroso
delantal blanco. Cada uno pidió a su gusto, té o chocolate caliente acompañados
por unos ricos pasteles.
FIESTAS PATRIAS
Se sentía en el aire ese
olor a empanadas y asados a la parrilla, pa’la previa decían, y mientras los
mayores se preparaban para estas fiestas, comprando en el Mercado
Municipal, la carne, las verduras para las ensaladas, salieron del Mercado y
cruzaron, allí por Maipú, a media cuadra, estaba “El Cinzano” botillería –
rotisería, donde vendían vinos y cervezas, licores, cecinas, huevos y algo de
abarrotes, todo aquello para disfrutar y pasarlo bien, los niños se empezaban a
entusiasmar para jugar y entrenar ropa nueva.
En los últimos días del
mes de agosto, fueron la Catita con su mamá a comprar el género para
mandarse hacer su vestido, así que fueron donde el señor Sánchez, un español
con boina y todo y cuya tienda quedaba frente al Vaticano, o sea en Maipú con
Matta, y se llamaba “El Gato Negro”, ahí se podía elegir ya que era muy
surtida, además vendía los hilos, pañuelos blancos, (muy importante para bailar
la cueca) y alguna ropa interior.
Salieron de ahí con un
paquete grande, cruzaron, y se dirigieron caminando hacia la calle Uribe,
por la mitad de la cuadra más o menos, había una gran Zapatería llamada “La Rinascente”
atendida por su dueño, el señor Gino Bisjak padre y su hijo Gino y un montón de
empleados y, como se acercaban las fiestas, estaba lleno. Se armaron de
paciencia y esperamos hasta que al final las atendieron, se probaron varios
modelos hasta que encontraron lo que buscaban.
Al regresar, pasaron por
“La Serenense”, fuente de soda que estaba al lado de la “Librería Lux”, y se
compraron sendos helados de vainilla y chocolate, para premiarse por la buena
compra que habían hecho.
En la cuadra donde vivían
habían organizado para estas fiestas, una serie de juegos para los niños según
su edad, la Catita se inscribió en todo porque quería un premio, así que el día
17 en la mañana empezaron las competencias y las eliminaciones.
En lo primero que quedó
eliminada la Catita fue en elevar un volantín porque no pudo elevarlo.
En la carrera de tres pies
quedaron para la final la Nancy con la Catita, y para el ensacado y el trompo
quedó la Catita.
Al día siguiente, el 18,
en la carrera de tres pies, la Nancy con la Catita se cayeron como tres o
cuatro veces, pero volvían a levantarse, y bien abrazadas con las rodillas
rotas, llegaron a la meta ganando el primer lugar.
En el ensacado no pudo
ganar, con el roce del saco le dolía la rodilla.
En el trompo, se ganó el
odio de los niños porque les ganó y sacó el primer lugar.
La Cata Ortiz, ganó el
primer lugar en el baile de la resbalosa o refalosa, se juntó con la Catita y
la Nancy y fueron a la casa a comer asado y empanadas y tomaron grandes vasos
de jugo; después se fueron al patio a jugar con sus flamantes premios, de lejos
se escuchaban sus risas y su cotorreo.
El día 19 se levantaron
temprano a tomar desayuno y luego a comprar lo que se había terminado,
prepararon y se sirvieron el almuerzo lavaron la loza, ordenaron un poco y se
fueron a ver la Parada Militar que se hacía en el “Club Hípico” que estaba
ubicado en la calle Club Hípico, hoy Homero Ávila, había que ser bien patriota
para asistir a la Parada, la gente quedaba café de tierra. Cuando terminaba la
presentación de la Parada Militar, se iban a Las ramadas,
para visitarlas y tomar onces allá o a
comerse un choclo o un anticucho. Era ocasión obligada para llevar a los niños
a los juegos de entretención. Al final llegaban muertos de cansancio a la casa,
llenos de tierra, había que bañarlos, porque hasta en las orejas tenían tierra.
FIESTAS
DE FIN DE AÑO
Está terminando el año, la
Catita pasó a segundo año de preparatoria, hay buenas relaciones con los
vecinos y se conocen mejor, los niños juegan y se divierten juntos, las
personas que viven en el cité del frente, son como seis familias, son gente
humilde, cariñosas y solidarias, si pueden ayudar lo hacen, si tienen un pedazo
de pan, lo comparten, a pesar que viven en un espacio tan pequeño, tienen
grande el corazón; ahí la Catita tiene varios amiguitos.
Están repicando las
campanas y aullando las sirenas ¡A llegado un Nuevo Año! Pidamos por un nuevo
año próspero, feliz y donde el Amor corone todas las acciones.
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