El patio de mi casa
EL PATIO DE MI CASA
Sentada en el balcón de mi departamento
mirando horizonte infinito vienen a mi memoria hermosas reminiscencias de mi
niñez cuando por el trabajo de mi padre llegamos desde Iquique a vivir en
dependencias de la Copec allí me veo
como si fuese hoy viviendo tiempos inolvidables aventuras de mi barrio bosques
de mi infancia.
Comienza en mi nueva ciudad el puerto de
Antofagasta en una esplendorosa tarde de domingo con un sol pleno en medio de
un cielo celeste y despejado en mi
recién entrenado hogar, a dos cuadras del borde costero después de pasar mi
patio y la calle siguiente Washington, que lindo día estoy parada en la puerta
de lo que circunstancialmente podríamos llamar mi casa ubicada al interior de
un largo pasillo entre el muro de la iglesia catedral y el banco central donde
se encuentran las dependencias de la Compañía de Petróleos de chile, tenemos en
el centro un cuadrado de acopio, en ambos costados del pasillo entre otras
cosas hay sacos de alquitrán, tambores de petróleo, un sinfín de productos
derivados del crudo y allí estoy yo, Sarita como me dicen cariñosamente, delgada, cabello trigueño, ojos vivaces,
juguetona y traviesa con vestido impecable mirando a los hombres de overol azul
trabajadores de la empresa de la Copec cuando aparece mi gran amiga y compinche
de muchas vivencias Daysi la saludo con un beso corro al interior y pido
permiso a mama para ir a jugar al patio.
La calle San Martín entre Prat y Sucre donde
se encuentra también por la acera de mi casa al lado de las oficinas del banco
en un segundo piso el club inglés donde lord Mounbater familiar de la realeza
ha tenido algún evento entre muchas otras celebraciones, esta como todos los fin de semana atiborrada
de gente que según su casta toma ubicación casi segmentadamente pareciera que
cada uno entiende que aun cuando el paseo es publico todo tiene un lugar
asignado según sea, dicen los mayores, su clase social los caballeros elegantes
con sombreros de copa, trajes de fina tela cortos chaleco donde se guarda los
relojes de bolsillo y bastón con empuñadora de nácar acompañados por damas de
elegantes vestidos moda europea muy empolvadas con abanicos en sus manos, es
curioso si me preguntan cómo los veo yo diría que se asemejan a pingüinos
viejos es más yo creo que de allí le dieron nombre al famoso pingüino emperador.
Cruzamos
la calle y ustedes ni se imaginan, aquí
está mi gigantesco patio la centenaria
plaza Colon antes de cruzar la calzada parado
en el pórtico del templo católico nuestro buen párroco Roberto Baamondes,
flecha veloz como traviesamente le decimos en la misa, un hombre relajado de
caminar lento y hablar pausado vestido con su sotana y cruzado de brazos me
dice paternalmente casi susurrando ¡ Sarita pórtate bien !, él sabe de mis
travesuras aunque como buen sacerdote y amigo de los niños no las confiesa,
estoy segura que por sus buenas relaciones con el de arriba su dedicación
pastoral y la devoción por sus feligreses pronto tendrá el cargo de obispo como
don Hernán Frías, por un instante me quedo como traspuesta pero mi inquieta amiga
Daysi toca mi brazo guiñando el ojo para apurarme.
Frente
al edificio de madera de la intendencia la que algunos años después se quemó en
la esquina de Prat con San Martin, en la plaza de Colón, apellido del navegante
español que descubrió las américas, está el orfeón que es redondo con bancas
adosadas a la reja en el segundo piso con techo como una pequeña cúpula construido
y donado por los residentes de la numerosa
colonia Yugoslava con motivo del aniversario de Antofagasta. En su interior sentados y con las partituras
delante de sus instrumentos se encuentra ya tocando como cada fin de semana obras
clásicas y algunos vals los músicos de la bien presentada banda del glorioso y
querido Regimiento de Infantería Motorizado N° 7 Esmeralda con los bizarros hombres en
impecables uniforme, hebillas y botones de bronce que relucen como oro bajo los
rayos de sol , la identifica el simpático flaquito que, por su falta de carne y
mucho huesito, bien podría bailar el baile del esqueleto lo cual parece mientras
mueve con impresionante energía la
batuta, semana por medio le toca hacer la ceremonial retreta al Séptimo de
Línea ya que en la siguiente le corresponderá la presentación al regimiento de
blindados Exploradores N” 8, sin embargo puedo diferenciar ambas bandas muy bien
ya que quien lleva la batuta de estos
músicos el siguiente domingo es un gordo sin gracia, yo estoy segura que un
poco de ejercicio le haría muy bien para que tenga un poco de llegada con las
chiquillas.
Transcurridas
las dos horas se coloca fin a la presentación, en algunas ocasiones con
suspiros por parte de algunas jovencitas asistentes, los uniformados arreglando
muy bien sus chaquetas y gorros bajan ordenadamente por la escalerilla del
costado y se forman marcialmente en columna con sus chaquetas blancas y
pantalón negro para comenzar con
gallardía al compás del tambor mayor a marcar el paso marchando con
bizarría por calle Prat en dirección al
cerro a los sones de adiós al séptimo de línea o Padezca donde los espera la
micro militar que los llevara al cuartel.
Bueno y aquí estamos otra vez con Daysi en mi amplio patio, conocemos
bien como es cada rincón, el centro de la plaza es frecuentado por soldados
reclutas acompañados de algunas ilusas jovencitas atraídas por los uniformes,
por calle Prat caminan luciendo vistosos trajes las familias distinguidas de
Antofagasta, frente a la iglesia catedral a la salida del pasillo de mi casa se
junta el centro de madres del centro para ventilar las ultimas copuchas ¡como
hablan las señoras!, por calle sucre el pololeo digamos blanquito y por calle
Washington ya se pegan con más ganas los chiquillos y chiquillas. En fin lo
importante es que mi patio es muy florido esta llenos de plantas y árboles,
rosa laurel entre otros, estos rodean el precioso reloj ingles ubicado al
centro de mi patio y donado por la colonia británica a la ciudad, y allí nos
subimos por sus añosos troncos para escondernos entre sus grandes ramas con mi
genial amiga, en fin, como ambas somos chiquitas y menuditas no nos pueden ver
cuando muertas de la risa lanzamos pequeñas piedrecitas a los relajados
transeúntes que profiriendo un par de garabatos continúan su camino.
Nos
descolgamos de las ramas cayendo en la tierra corriendo como gacelas por mi
patio jugando y saltando a veces me parece que el león de fierro de la colonia
española ruge a mis espaldas, y los reyes de castilla sobre la pequeña torre
alientan a los cisnes de cuello blanco y a los dos coloridos pavos reales en
sus casita rodeada de una reja metálica en el corazón de la poza a la que se
llega por un pequeño puente hecho de piedras, a fin de que muevan sus plumas
anticipando en mi imaginación el enojo de ogro de papa cuando regrese a casa
con el vestido todo mojado y sucio con la lama adherida al fondo de la poza
después de haber resbalado con mi delgado cuerpo casi patinado en el agua estancada con
desagradable olor.
Termina
el día mi esforzada y querida mama se enoja un poco pero es muy buena, ojala
siempre estuviese tan solo ella cuando me encuentro en casa, mi padre es otra
historia no siempre nos trata bien debido a su afición por la bebida la casa
tiene por causa de ello un poco de paraíso y un poco de purgatorio, por suerte
mi padre pasa mucho tiempo fuera le gusta ir por allí con el guatón Campos este
señor tiene a cargo la bomba gasolinera ubicada en la esquina de San Martin.
Mi
hermano Alonso, jovial rebelde lleno de energía y proyectos se ve lejos de casa
como pensando desde ya en el futuro, pasa poco en nuestro hogar, lo quieren
mucho en la casa de la isla propiedad de una numerosa familia que construyo una
casita de madera sobre una sólida formación rocosa en medio de una playita
ubicada entre el club de yates y el hotel Maury lugar que ocupa actualmente el
Hotel Antofagasta, que en épocas de marea alta era base ideal para tirarnos
clavados, guatazos, sentaditas debido a que el agua alcanzaba muy buena
profundidad, en verano hasta el niño con traje de marinerito concurría para
disfrutar de las delicias de nuestro mar, bueno en realidad se llenaba de
chicos, el amiguito con traje de marinero llamado Héctor vivía en calle San
Martin casi al llegar a la Avenida Argentina, era hijo único y su mama lo
vestía de punta en blanco advirtiendo siempre que no debía ensuciar la ropa ni
andar por ahí haciendo desordenes o comportándose indebidamente.
Pobre
Héctor cuando se acercaba a nosotras, de adrede y sin pensar en las
consecuencias lo incitábamos a mojarse en la isla o a jugar con tierra mojada
de mi bello patio, luego como para sentirnos menos culpables le acompañábamos
hasta su casa creyendo infantilmente que no le castigarían, sin embargo mi
amiguito se perdía varios días hasta semanas sin decir nada. En fin pasaron
muchos años hasta que por las vueltas de la vida le encontré ya adulta en mi
trabajo donde compartimos por muchos años la vida laboral lo más importante es
que el buen Héctor nunca dejo de ser quien era una agradable y linda persona,
el marinerito.
En
lo que respecta a nuestro concepto de Dios, recordando que vivíamos al lado de
la iglesia Catedral, mi madre era por supuesto una buena y devota católica.
Recuerdo que a pesar del pensamiento agnóstico de mi padre con motivo de hacer
mi primera comunión después de haber hecho la catequesis, mi querida mama me
confeccionó un traje blanco, largo, con toca de flores tul y piedras brillosas
en mi cabeza, puso un ramo de orquídeas en mi mano y me calzo unos zapatitos
blancos los que me dio el gusto de elegir el día anterior en la tienda, bueno,
si el digno padre no me conociera hubiese dicho “es un angelito”.
Estaba
contentísima de mi elección era una reina con mis zapatos, era en verdad una
novia chica y feliz hasta que con el pasar de las horas me di cuenta que los
calzados comenzaban a apretar mis pies fue complicado al término de la comunión
las distinguidas damas de la colonia española nos llevaron al Club de la Unión
un lugar muy rico y elegante con mozos de película que nos agasajaron con una
taza de chocolate y una porción de torta, actividad que estas señoras
realizaban todos los años con motivo de este evento. Bueno, lo más difícil
llegó en la tarde ya que salimos a la
procesión para pasear desde calle San Martin enseguida tomar Prat
y subir casi 10 cuadras en pendiente a los cerros para ser más exacto el
cerro del ancla, característico de nuestra cordillera de la costa en
Antofagasta ya que esta figura se colocó en el picacho más alto a fin de señalar el puerto a los buques que
debían atracar en nuestro litoral, hasta llegar la avenida Miramar dar la
vuelta y bajar por calle Sucre finalizando en la iglesia Catedral donde termino
mi angustiosa peregrinación, para que les cuento los pelones que hicieron mis
apreciados zapatitos blancos de gamuza aunque me quede bien calladita para que
mama no se enojara después de todo ella me dejo elegir el modelo incluso me
pregunto si estaban bien al probarlos con todo ello no podía decir nada excepto
callarme y soportar mi apresurada decisión .
Al
día siguiente me levante tarde con mis pies adoloridos y dañados lo disimule de
la mejor forma hasta que llego mi amiga de travesuras para contarme y a la vez
invitarme a mirar al jardinero don Pancho que estaba matando jotes en nuestro
patio, me olvide de los pelones en las extremidades paras salir con Daysi a la
plaza, el patio de mi casa, desafortunadamente cuando llegamos, un poco demoradas
por la tragedia de mi calzado, él se encontraba recogiendo la caza y la estaba
depositando en un tacho de basura tambores metálicos grandes detrás del macizo
león de fierro, con mi genial amiga esperamos hasta que don Pancho se fuera
levantamos la tapa del tambor sacamos dos de los jotes muertos para dejarlos - sin
que nadie nos viera - en la iglesia Catedral, quien sabe porque se nos ocurrió
tan bárbara idea, lo que si es cierto el olor de esos pájaros era terrible,
bueno en todo caso mis pies estaban adoloridos por esa larga procesión y yo no
estaba muy feliz, bueno realmente lo que quiero decir es que estaba muy molesta
por haber tenido que caminar tanto con mis zapatos apretados sin poder decir me
duele.
Que
importaba el día anterior en esa bella época cuando al otro día entre saltos y
cuerdas iba a comprar para mama algunas
cosas al surtido almacén del señor Pinaud ubicado en la esquina de Sucre con
San Martin, un rico dulce de regalo por la buena voluntad más la singular y
agradable compañía de mi amiga Daysi quitaban todas las penas, incluso si
éramos niños, eso yo lo sabía muy bien, mientras de escapaditas daba vueltas a
la manzana entrando a la tienda Venus en calle Latorre entre Sucre y Prat o a
la casa Carmona en la esquina de Latorre para ver los lindos abrigos, vestidos,
blusas, botines, chalecos y otros lujos con los que solía imaginar mi vida
mientras me miraba al espejo cada noche antes de dormir.
Sarita
vuelve siempre tan original como especial
en los acontecimientos del diario existir, risueña por naturaleza,
disfrutando de emociones inesperadas frente a los que la buscan, positiva
frente los problemas, resuelta cuando quiere jugar, todo un existir en medio de
su propia plaza un patio lleno de historias maravillosas y únicas, el patio de
su casa el patio que nunca se olvida.
Hoy
es aquí sentada frente al balcón en el fresco de la briza marina donde vuelvo a
soñar a vivir en este hermoso limbo donde se junta uno de los salares más secos
del mundo el desierto de Atacama con las aguas del océano más grande del mundo
el océano Pacifico, es aquí donde el amor revive mil vivencias, es la tierra generosa,
la ciudad mágica, la romántica y dormida Antofagasta mi querida segunda ciudad
por adopción, tierra como dice el himno de Antofagasta “tierra de hombres de esfuerzo y vigor, tu
plasmaste el prodigio de Ariel”, “Gloria a ti, gloria a ti Antofagasta”.
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